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“Entre Dios y el dólar: Milei y los nuevos fariseos”

Mientras miles de argentinos hacen malabares con el precio del arroz y la luz, y los hospitales públicos remiendan como pueden la escasez de insumos, en el norte profundo del país –más precisamente en el Chaco– se inauguró un templo fastuoso al que llamaron, sin pudor, "Portal del Cielo". Pero este cielo no es para cualquiera: si querías ver al presidente Javier Milei compartir escenario con el pastor Jorge Ledesma, debías pagar entrada. Veinticinco mil pesos la básica, treinta mil la “preferencial”. Dios sabrá qué incluye.

Curiosidades06/07/2025Pedro MassolaPedro Massola
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El evento fue presentado como una “conferencia espiritual”, pero transpiraba política. Un Milei bíblico, escoltado por un Ledesma con aura mesiánica, hablaba de libertad, de mercado, de demonios estatales. Un espectáculo que parecía una versión distorsionada del Sermón del Monte, solo que aquí no había monte, ni humildad, ni gratuidad. Lo que sí abundaba eran las luces LED, las cámaras HD y la estética de show evangélico con vestigios de infomercial.

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Y ahí es donde nos damos de bruces con la paradoja: ¿dónde quedó aquel Jesús de Nazaret que caminaba descalzo entre pescadores, prostitutas, leprosos y mendigos? Ese que echó a los mercaderes del templo con látigo en mano. Ese que se negó explícitamente a involucrarse con el poder de Roma o de Jerusalén, y que no cobró entrada a nadie por escuchar sus parábolas ni multiplicó el pan para venderlo en porciones.

Hoy, sin embargo, ciertos sectores religiosos, que aseguran seguir sus pasos, parecen haber hecho una lectura interesada de los Evangelios: se abrazan con el César, bendicen al poder de turno y administran fe como si fuera una franquicia. Ledesma, apóstol de la prosperidad con jet privado incluido, representa ese nuevo rostro del cristianismo empresarial: el que factura con el miedo, con la desesperanza, con el hambre de justicia de los pueblos.

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Porque eso también hay que decirlo: muchos de los que llenaron ese templo no lo hicieron por fe, sino por necesidad. En provincias devastadas por el ajuste, donde el Estado se repliega, las iglesias aparecen como únicas proveedoras de contención. Pero no hay caridad verdadera cuando se exige tributo, ni hay evangelio cuando se promociona al profeta del recorte.

Y mientras tanto, Milei –el libertario de lengua afilada– agradece la ovación y sigue su cruzada contra todo lo público, lo solidario, lo comunitario. Ese Milei que detesta el Estado pero abraza a sus gobernadores amigos. Que habla de libertad mientras recorta jubilaciones, escuelas y hospitales, y que cita versículos bíblicos entre ruidosas loas al mercado, como si Mammon fuera su teólogo de cabecera.

La alianza entre este nuevo mesías del ajuste y los profetas del diezmo moderno no es casual. La religión, cuando se pone al servicio del poder, deja de ser consuelo para los pobres y se convierte en anestesia para los vulnerables. Y eso es lo que vimos: una performance de espiritualidad enlatada que funciona como válvula de escape, como circo doctrinario, como mercado de salvación.

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Pero lo más doloroso es constatar cuántas personas, aún hoy, siguen en masa a estos supuestos gurúes del poder. Hombres y mujeres que ven en Ledesma y Milei no a dos administradores del statu quo, sino a enviados divinos. ¿Dónde quedó el pensamiento crítico? ¿Dónde la ética del cuidado, la compasión, el bien común? ¿Dónde, en definitiva, quedó la memoria del carpintero de Galilea que eligió morir colgado antes que pactar con el poder?

Nos quieren convencer de que Jesús vendría hoy en jet, pediría ticket para sus prédicas y se reuniría en privado con CEOS. No. El verdadero Jesús caminaría por las villas, lloraría en los hospitales desbordados y denunciaría, sin micrófono ni maquillaje, la hipocresía de los que lucran con la fe y gobiernan con crueldad.

 


¿Quiénes son los fariseos de nuestro tiempo? Tal vez, los mismos que se golpean el pecho en un templo climatizado mientras afuera la pobreza hace fila en los comedores. Jesús, al menos el verdadero, no estaría entre ellos. Estaría entre los que no pudieron pagar la entrada.

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