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Discurso de la Licenciada Adriana Pérez, Directora del Centro de Día de Pehuajó.

Fue hoy miércoles 4 de junio 2025 en horas de la mañana durante la inauguración de la ampliación del Centro de Día en Pehuajó.

Locales04/06/2025Pedro Miguel MassolaPedro Miguel Massola

Licenciada Adriana PérezDirectora del Centro de Día

Estoy un poco sensible hoy, así que... perdón.
Yo nunca leo, pero hoy voy a leer, porque si no, no voy a poder decir nada.
Hoy es un día para recordar y visibilizar la necesidad de recursos que tiene la temática de la discapacidad en todas sus manifestaciones.

La indiferencia es el costo más alto que pagan quienes transitan día a día luchando en una sociedad que, si bien tiene discursos inclusivos, aún presenta muchos obstáculos para que esa inclusión realmente suceda.

Quienes trabajamos como apoyos de personas con discapacidad consideramos imprescindible no desgastarnos en peleas constantes por obtener un acompañamiento que muchas veces es indispensable. Nos vemos obligados a justificar una y otra vez lo que resulta esencial para que los ciudadanos que lo necesitan puedan funcionar, puedan desarrollarse.

Como Centro de Día, desde hace muchos años —desde nuestros inicios—, tenemos dos prioridades fundamentales. La primera, nuestros concurrentes, y también nuestros operarios. La segunda, el acompañamiento a las familias, a quienes ofrecemos todo lo que está a nuestro alcance —y muchas veces más—, de lunes a viernes, durante ocho horas diarias, con transporte, alimentos, medicación, atención, estimulación y todo lo que podemos brindarles.

Esta institución es un espacio del Estado. Orgullosamente estatal. Orgullosamente municipal. Ha crecido y debe seguir creciendo porque la comunidad así lo necesita.

Este municipio sostiene prácticamente en su totalidad el funcionamiento del Centro de Día y también del Taller Protegido. Las familias no tienen ningún costo para acceder a estas instituciones. Es el Estado quien tiene que garantizar los derechos de las personas con discapacidad. Y en este municipio, eso se cumple. Para eso funcionamos. Para eso estamos.

Dicho todo esto, es momento de agradecer a Pablo [Zurro] y a su equipo por escucharnos, por acompañarnos, por permitirnos crecer, y por el cariño con el que visita nuestra institución. De más está decir que los jóvenes —tanto concurrentes como operarios del taller— lo esperan con alegría y lo invitan a comer un asado cada vez que viene, dicho sea de paso.

También quiero agradecer profundamente a todas las personas que colaboran con nosotros, muchas veces de forma anónima. Es imposible nombrar a cada una. A quienes nos dejan botellas, a quienes nos tocan el timbre para dejarnos una cajita con frasquitos, a quienes nos traen madera, cartón, ropa para la feria… Es imposible mencionarlos a todos, pero ellos saben —y lo saben de verdad— que sin ese acompañamiento no podríamos seguir adelante. Porque lo necesitamos. Porque es fundamental.

Mi agradecimiento personal y nuestro agradecimiento institucional —también desde el municipio— a todas esas familias que con gestos sencillos, que a veces parecen pequeños, como traer una botella vacía o una madera que ya no usan, hacen una enorme diferencia para nosotros.

Para finalizar, quiero agradecer a mi equipo de trabajo, que ya lo saben: son lo más. Ya se los dije ayer, antes de que inauguráramos esta ampliación, por si hoy se me pasaba. Ellos saben que sin su compromiso esta institución no podría funcionar. Son quienes están pendientes de todo. Y cuando decimos "de todo", es realmente de todo. Porque para eso somos apoyos. ¿No es cierto?

Apoyos para el día a día, para estimular, para descubrir las capacidades de cada persona, para ver en qué pueden, en qué no, pero sobre todo en qué sí. Para asesorar, para acompañar, para que disfruten, para que se sientan bien. Para todo lo que ustedes se puedan imaginar.

Así que, nuevamente, mi agradecimiento especial a cada uno del equipo. Ya lo saben. Ya se los dije.

Y para cerrar, voy a hacer referencia a la leyenda del colibrí. No sé si la han escuchado alguna vez.

Cuentan que en la selva hubo un incendio enorme. Todos los animales huían, porque el fuego lo arrasaba todo. Solo se quedó el colibrí, que iba al lago, tomaba una gotita de agua en su pico, y volaba hacia el fuego a intentar apagarlo. Iba y venía, una y otra vez.
El tigre, al verlo, le preguntó:
—¿Por qué te quedás?
Y el colibrí respondió:
—Porque estoy llevando agua para apagar el incendio.
El tigre, sorprendido, le dijo:
—¿Vos creés que vas a poder apagarlo?
Y el colibrí contestó:
—No sé si voy a poder… pero al menos voy a aportar mi granito de arena.

Que este espíritu del colibrí nos inspire. Que todos los que trabajamos en discapacidad seamos como ese colibrí, que cada día hace un poquito, un poquitito, para que las personas que atraviesan estas problemáticas puedan tener una vida más fácil.

Gracias a todos por venir.
Muchas gracias.

 

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